lunes, 15 de abril de 2013

Seguime la corriente




(No dejes de leer este post sólo porque empieza hablando de un jopo. Juro que hacia el final me mando un comentario onda auto-ayuda super profundo que se convertirá en la clave para que seas feliz)*

Desde que me corté el pelo y, lo más importante, el el jopo, todos los días peleo con él para ver cómo sale a la calle. A veces al estilo Elvis, aunque claramente no es la intención; a veces medio partido; a veces no sé cómo.

Después de más de un mes de pelearme con el jopo, planchita y secador en mano, hoy se me ocurrió peinarlo para el otro lado. Siempre me lo había peinado hacia la izquierda y hoy, no sé por qué, pensé: "vamos a ser derechos" y, magia, el jopo quedó perfecto, tal como lo había imaginado.

Claro, no les conté: resulta que en el medio de la cabeza, donde termina el cuero cabelludo, tengo algo que, me enteré hace un tiempo, se llama pico de gallo (creo; por favor, no tomar este nombre como totalmente válido ya que tengo mis serias dudas al respecto) y no es esa ensalada de cebolla, morrones y no sé qué más, sino que la forma de mi cuero cabelludo hace una especie de bajada en punta hacia el medio, para volver a redondearse hacia arriba. Se los dibujaría pero tendría que escanear el dibujo y me da fiaca.

Esta pavada, tamaño familiar/coca de 3 litros/paquete de 6 rollos de papel higiénico, me hizo pensar en algo más: cuando peleamos contra lo que naturalmente es, perdemos. Sé que cuesta y que no es fácil, pero deberíamos confiar más seguido en la naturaleza, en lo que fluye naturalmente, y dejar de intentar torcer todo a nuestro antojo. Por ahí, quién dice, si dejamos que la vida haga lo que tiene que hacer, somos mucho más felices y no andamos como locos, cual jopo mal peinado, rebelde sin causa.

*queda bajo responsabilidad del lector la puesta en acto de la potencialidad de este post. Bajo ningún aspecto, la casa se responsabiliza por la mala utilización y/o mala interpretación de lo acá volcado.