miércoles, 28 de diciembre de 2016

El amor y el Facebook

Hoy a la mañana me encontré con un  compañerito de la primaria, compañerito es un decir por que ya es tremendo boludo grandote, pasa que no lo veía desde el 2006 creo, y no me pregunten como pero me contacto a través de una red social. Nos citamos en un bar de capital, nos palmeamos con cariño falso, pedimos unas cervezas. Le digo: "Qué increíble, para lo que acaba sirviendo Facebook". Se ríe fuerte, como si le estuviera tomando el pelo: "Si Facebook sirviera solamente para encontrarme con vos, boludo —me dice—, yo no tendría Wi-fi en casa. A mí Facebook me cambió la vida, pero de verdad".
—¿Para tanto? —le pregunto.
—Mirá para afuera —me explica—. Imaginate que todas las minas que están pasando ahora por la calle tuvieran un cartel en el culo que dijera «estoy en una relación complicada», o «soy soltera», o «solamente busco amistad», o incluso «me interesan los hombres y también las mujeres»...
Hago lo que dice mi amigo: miro por la ventana del bar hacia la calle y veo la primavera de Puerto Madero en su esplendor: holandesas, suecas, porteñas, maduras y pendejas, diferentes colores y tamaños; hay de todo en la viña del Señor.
Mi amigo me aprieta el brazo y me dice:
—Imaginate que aquella que está por cruzar la Diagonal tuviese un cartel que dijera: «Hace doce días que estoy deprimida». Tener esa data de primera mano Maxi, hacer cálculos mentales y abordarlas a todas.
—Te estás excitando, calmate —le digo a mi amigo.
Pero él sigue con su verborrea:
—¿Cuánto hubiéramos simplificado el enfoque de la seducción, hace diez, hace quince años, de haber tenido esos guiños entre las conocidas del colegio, de la universidad, de las compañeras de trabajo, de las ex novias?
Me lo imagino; mi amigo tiene mucha razón.
—La mujer analógica, la del siglo pasado, esperaba que vos te dieras cuenta de ciertas cosas. ¿Te acordás las preguntas que uno se hacía antes? ¿Tendrá novio Laurita? ¿Qué música le gustará? ¿Será buen momento para encararla? —rememora mi amigo— Ahora la mujer digital te lo indica en el perfil del Facebook. Cualquier conocida de la oficina, cualquier amiga de una amiga, te avisa si se peleó con el novio, te explica si le gusta Neruda o si le gusta Walkind Dead, te pone fotos de las vacaciones en Villa Gesell para que la veas medio en bolas...
Cierra los ojos y sonríe. Continúa:
—¿Cuánto tardábamos en el colegio para ver en bikini a la chica que nos gustaba? ¡Había que esperar al Día de la Primavera, que alguna se emborrachaba en el Tigre, o a que te invitaran a una pileta en verano! No, Maxi, la vida mejoró mucho...
—Bueno, pero supongo que tampoco será tan fácil.
—Hay desventajas, claro —dice—. Te podés ensartar, como toda la vida. Te podés despertar con un bicho a la mañana siguiente... Pero en Facebook hay escaramuzas, hay trucos que te proporciona la experiencia.
—¿Por ejemplo?
—Alejate de las minas que ponen la fecha de nacimiento sin indicar el año: a ésas ya se les cayeron las tetas. Escapá de las que cuelgan muchas fotos de sus mascotas: son depresivas. Ni se te ocurra encarar a las que te parecen lindas pero tienen todas las fotos sacadas desde arriba: son gordas con complejo de papada. Si dicen estar "en una relación difícil" y tienen más de treinta fotos besando al mismo tipo, en diferentes épocas, borrate: después de coger, lloran.
—Impresionante —le digo con sinceridad.
—Hay que estar atento a las que, en la imagen del perfil, ponen una foto sacada por ellas mismas en el baño. A ésas, les decís cuatro piropos en el Muro y las tenés comiendo alpiste. Atento a las que ponen fotos viajando por el mundo con una amiga, siempre la misma amiga: son fiesteras. Pero ojo -dice mi amigo -: tiene que ser fotos por el mundo; si viajan por su propio país, son histéricas. A las que ponen una imagen de ellas cuando eran chiquitas, en color sepia, les gusta el sexo duro. Las que dejan vacío el ítem sobre intereses musicales, prefieren pagar el hotel a medias.
Mi antiguo amigo de la primaria me lleno de consejos, pero sólo me acuerdo de estos pocos para compartir hoy con ustedes. Habló durante más de una hora, sin parar. Y después dijo que se tenia que ir a ver una mina que había conocido en la estación Villa Adelina.
—Me tiemblan las manos —me confesó antes de salir del bar—. Esta mina que conocí en el tren me dice que no tiene Internet. No sé nada de ella, nunca vi fotos, no sé de qué carajo le voy a hablar.
—¿Y para qué vas, entonces boludo?
—Es que últimamente me calientan mucho las mujeres analógicas. Tienen olor a infancia.