sábado, 20 de abril de 2013

Esos dolores dulces...

Alguna vez me dijeron, que las penas se ahogan mejor en el hombro de alguien querido. Un hermano, una amiga, un amor. Romper en llanto, perder el aire en el intento de buscar explicaciones y motivos. Abrazando con fuerza bruta y desmedida, como queriendo evitar que también se pierda ese único apoyo. Gimiendo hasta el cansancio, hasta el dolor. El cuerpo de agota, se deshidrata en lágrimas, y la mente se olvida hasta del motivo inicial por el cual sufría. Alguna vez, encontré de ese modo el consuelo. Pero irónicamente, siempre fue solo o con algún desconocido que pude soltar la angustia y desatar la tormenta de malestar. Puedo tener infinitas charlas con ellas, las que siempre me acompañan, mis hermanas del alma, pero algo queda en el tintero. Demasiado orgullo. Poca tolerancia a la derrota. Mucho menos al fracaso. Cuando lo acepto, mastico el dolor, una y otra vez. Cuando lo trago, lo despido y nunca vuelve a lastimar.