miércoles, 8 de mayo de 2013

Yo casarme??? jajajja!


Llega el momento en la vida de todo hombre, y mujer también, en que hay que dar un gran salto. El problema es que el salto se da sin saber hacia donde saltamos, y no sabemos dónde caeremos. Ésta es la situación del matrimonio, y apuesto que si sos hombre ya susurraste un “uff…” y si sos mujer un “ahhhh…” donde ya se empieza a notar la diferencia del pensamiento masculino y femenino.
El compromiso no es broma, obvio. Lo que si es motivo de broma, es el comprometido. “Adiós a la libertad”, “Te perdimos”, “Estás cambiado”, “William Wallace” son una de tantas frases que dirá cualquier amigo del novio al enterarse del casorio.
Una mujer puede hablar de su casamiento perfecto, con el hombre perfecto, el día perfecto. El hombre, sólo piensa en su fiesta despedida perfecta, las cervezas frías perfectamente, traídas por una bailarina, perfecta también, dentro de un pastel (perfecto o no, a esta altura ya no importa)
-De centro de mesa quiero violetas- dice ella al el teléfono, hablando con su organizador de bodas -Aaaaay, ¿vos sabés cómo me gustan las violetas, no?- volviéndose a el futuro marido que habla por celular con su padrino de bodas:
-Y qué las prostitutas estén buenas ¿eh?. Mirá que si sale mal…
Tras años de noviazgo, la pareja llega a casarse porque se hacen notorios los cambios que sufren día a día.
Los “bichi”, “gordi”, “osito” pasan a “ey vo’, cucaracha”, “gorda”, “morsa”.
La pancita sexy de él, pasó a ser una bola de grasa para ella.
Ya no salen al cine, van de compras. Ella mira cortinas, electrodomésticos, muebles para la futura casa. Él, ropa deportiva y un exquisito corderito a la cancana.
El novio, antes, con su polar rosado, “color salmón” afirma él, poniendo voz de camionero delante de su suegro, colgado al cuello tapando el cuellito de su chomba lacostè, le daba $1 al mendigo de la puerta del supermercado para impresionar a su novia. Ahora, con camisa a cuadros y pulouver marrón puesto, quejándose del frío, lo mira y girando su cabeza murmura: -Pff, negros de mierda, pedir piden pero de trabajo ni hablar…
Adiós a las noches de winning eleven y counter strike, ahora son noches de canasta, cuentas de la casa, estirar y doblar la ropa.
El baño tomará una extraña tonalidad rosada, y de repente él encontrará su peine, maquinita de afeitar y desodorante en el rincón más incómodo del baño, mientras que todo estante estará ocupado por shampoo, crema enjuage, pintura de labios, ojos, mejillas, uñas, manos, orejas, tabique, apéndice y cualquier otra pintura que usará (o no) ella. Chau espuma de afeitar, hola crema anti-arrugas.
-Mi amor, ¿mi afeitadora automática?
-La puse en mi cajón con la “epilady”.
Pero en si, es un sacrificio para llegar a la boda, vestido de pingüino en el día esperado. El clima es un factor clave: Lloverá tanto que Noé asistirá a la fiesta y el traje quedará embadurnado en una mezcla de barro y pasto recién cortado de la iglesia, o hará tal calor que el cirio pascual se derretirá sin estar prendido.
Algo que nunca voy a entender es ver a madre, tía, hermana, primas y todo lo que termine en “as” llorando al ver el vestido de la novia. ¡Señoras! O a ustedes les gustaría preguntarles a sus maridos/hermanos/cualquiera terminado en “os”: -¿Te gusta lo que llevo puesto?- ¿y ellos desborden en un llanto cual Messi lesionado?
Siempre tuve la idea de que al decir uno “si, acepto” en el altar, está diciendo: “Y bue, me quedo con esta suegra”. Porque uno no se casa sólo por amor, uno no se casa sólo por compromiso, uno se casa para aceptar a su suegra. El eje del mal como la llaman algunos.
Al decir aquellas dos palabras, está firmando la venta de su alma a su suegra. Uno lo puede ver, al decir “Sí”, la suegra asoma sus prominentes colmillos goteando una saliva espesa, y terminando el “acepto”, se puede escuchar esa risa maléfica que toda suegra guarda hasta el casamiento de su hija, que retumbará en nuestros oídos durante años, y años, y años…
Trasca, está el suegro, facón en mano, amenazando al novio al oirlo titubear en esa frase.
Estarán también los hermanos y amigos del novio, mirándolo como a un moribundo.
No faltarán aquellos amigos católicos que al ver a su amigo en el altar mirarán al cielo y dirán:
-Perdónalo Padre, no sabe lo que hace.
La fiesta, será eso, una fiesta. Tíos borrachos “recreando” la boda entre carcajadas, tías deshinibidas “conversando” con amigos del novio, y uno que otro que nadie conoce pero que están ahí, vasito en mano, campeando la pista de baile.
Eso si, tras esto vendrán años de convivencia, hijos, trabajos y proyectos de lo cual no tiene gracia, ya que es lo más lindo que una persona pueda vivir.