miércoles, 8 de mayo de 2013

Amor de chat


Ella se llamaba Sofia. En el chat se ponía LindaMSN_16. Yo tenía 12. Nuestros teclados se encontraron sin querer al errar el doble click de la lista de nicks. Limpio_pcs se puede decir que fué el causante de todo, ya que para el iba el mensaje por privado.
<Yo> Necesito que me limpies el disco duro.-
<LindaMSN_16> Andá a cagar, idiota.
<Yo> Disculpame, me equivoqué. Necesito que me limpies la memoria, porque no puedo dejar de pensar en vos.-
Así empezó todo. Entablamos una conversación de 1 hora.
Me preguntó si yo era lindo, mintiendo le dije que si. Le pregunté lo mismo, me dijo que no, lindo no era, era linda. Me alegró leer que no era un travesti.
Hasta que lo dijo: “Quiero conocerte”. Nos íbamos a encontrar en la esquina de Paraná y Entre Rios. A las 16 horas. LLegué 16:30 y ahí estaba ella. No me había mentido en que era linda. Rubia, pelo no muy largo, lacio. Ojos celestes como el cielo, cuerpo trabajado de mas o menos 1,75 mts. Sus pechos hacían juego con su cintura. Su sonrisa era un deleite para los que la presenciaban. El sol de la tarde relucía sus mejillas con rubor. Era una verdadera delicia, una obra de arte.
Me puse erguido sobre mi 1,60 mts y avancé hacia ella. Al acercarme noté como su cara alegre se transformaba en una cara de miedo y desentendimiento. Me le acerqué al oído. “Sofia?” -le dije. “No.” -contestó ella. “Y alejate o llamo a la policía.”
Desorientado miré a mi alrededor, y allí la vi. Morocha, ojos negros bien comunachos, con un vestido floreado que cubría su escaso 1,50 mts de altura. Desarreglada, pero simpática. El chicle que masticaba tapaba su diente faltante. Tenía los pies cruzados denotando el miedo y vergüenza, la timidez de un encuentro a ciegas. Me le acerqué y antes de que le hable me dijo las primeras palabras, esas que nunca voy a olvidar y que marcaron mi amor por ella:
-”Me meo.”
-”Cómo?” -Pregunté desconcertado.
-”Me meo, hace 30 minutos que te espero y ya me tomé 3 gaseosas.”
-”Ah, por eso estás cruzada de piernas?”-dije ingenuamente.
-”No, estoy cansada. Esperarte parada sobre mis 98 kilos me cansó.”
-”Bueno, disculpame. Por cierto, no me habías dicho que te faltaba un ojo.”-dije cuidadosamente para no herirla.
-”No, nunca salió el tema.”
-”Querés que te acompañe al baño?”
-”No, dejá. Ya me hice encima.”
Caminamos hacia el parque. En silencio. No sabía cómo preguntarle la pérdida de su dedo, pero no me importó. Nos sentamos en el banco de madera. Nos reímos mucho cuando se quebró por el peso, y mas al levantarla entre flatulencias y carcajadas, ambas de ella.
-”La estás pasando bien?”-le pregunté mientras la tomaba de la mano.
-”Si, me estoy cagando de risa, literalmente.”-me dijo. “Por cierto, soltame la mano que me hacés doler la verruga”
Seguimos nuestra caminata y la luna llena iluminó la laguna artificial de “Parque Cervantes”.
-”Qué noche mágica, la luna llena, el cielo estrellado, parece sacado de un cuadro de Vincent Van Gogh”-le dije, tratando de explicar el bello momento que vivía.
-”No sé, la catarata de mi otro ojo no me deja ver muy bien a la distancia. Y no tengo idea de quién es Van Gogh”-contestó lapidariamente.
-”Querés ir a comer?”
Su cara no me contestaba. Su silencio me hizo creer que si quería. Fuimos a la pizzería “Reggianito”. Los $120 de la cuenta me demostraron que si, ella quería comer.
Salimos de ahí y nos fuimos a caminar por puente “Libertad”. Su renguera me gustaba enormemente, y el sonar de su suela ortopédica me hacía tararear “Stand by me” de Ben E. King en mi cabeza. En el medio del puente nos detuvimos, mientras ella se terminaba la última porción de la quinta pizza.
“Me gustás mucho.”-murmuré entre los grillos que cantaban a la luna que se cubría con una casi imperceptible niebla.
“Ah?!”-me contestó con medio tomate colgando de la boca.
“Que me gustás mucho y quiero besarte.”-dije un poco mas fuerte, pero mas tembloroso, sobreponiéndome al sonido estrenduoso de su sonada de nariz.
No se si lo dije bajo, no se si me tapó el sonido producido por su nariz o el problema auditivo que me comentó en la pizzería, pero no me contestó. Para mi, eso fué una señal. Tomé sus manos grasientas por la pizza, hice que dejara el vaso de coca en la baranda del puente, y me acerqué a sus labios. Estaba oscuro así que mucho no veía, pero el olor a ajo me llevó a su boca. El beso fué hermoso. No me imoportó el eructo silencioso y casi imperceptible que se le escapó a ella. No me importó que lo único que dijo luego fué un: “Llevame a casa.” No me importó que quiso ir en taxi. No me importó pagarlo solo. No me importó el olor a orina que emanaba. Para mi fué hermoso, como toda esa tarde que pasé con ella.
Ya en su casa, me bajé del taxi y le abrí la puerta del auto. La tomé de la mano, y, ayudado por el taxista que empujaba desde dentro, la bajé del transporte. Fuimos hasta la puerta. Me pareció muy tierno que viva en una casa rodante. Me dió seguridad el ver a un policía en la puerta de su casa, pero no tanta cuando me enteré que era la custodia del del padre. Quise besarla para despedirla pero no me dejó. Entró y tras ella cerró la puerta, junto con mis pretenciones. Cuando empecé a irme, sentí que la puerta se abrió de nuevo y ella corrió a mis brazos. La abracé y sentí que su mano se deslizaba por mi pecho hasta llegar a mi bolsillo:
“Gracias por comprarme de pasada el sandwich de miga.”-me dijo, sacándolo del bolsillo de la campera.
Esas fueron sus últimas palabras. No la vi mas. Encontraron que se colgaba de internet de su vecino y la computadora fué secuestrada por tratarse de una pc robada por su padre en un cyber-café.
Fuí a su casa y ella, su casa, ya no estaba.
Dedicado a aquellas personas que por estar con otras se olvidan o hablan mal de sus amores anteriores...