miércoles, 1 de mayo de 2013

Busleep

Despedí a un amigo en Cerrito y Corrientes a las cinco de la mañana del domingo. Todo lo que me quedaba por hacer sonaba muy fácil a simple vista: Debía caminar hasta Callao intentando no pegarme la cabeza contra nada ya que tenía la visual y la motricidad un tanto distorcionada por el sueño, esperar el 60 que para colmo me llevaba hasta el Small unicamente, sentarme y procurar no dormirme ni decir alguna estupidez que me inculpara hasta llegar a casa.




La primer parte del trayecto a pie diría que fue casi memorable si no hubiera sido por la fuckin lluvia finita, molesta como el mosquito veraniego que hace ruido y no pica. En el camino por la Av. Corrientes, recibí dos o tres papelitos invitándome a conocer más de cerca a unas chicas que por un módico precio prometían hacer de todo. El individuo que las repartía tenía cara de que si no iba a Cocodrilo, le ponían media falta. Además tuve el tupé de cruzar bien en cada esquina distinguiendo los colores del semáforo, y evitando morir atropellado y solo cual Judas para el dia del amigo.
Mojado y molesto, arribé a la parada para esperar la muerte. El 60 es básicamente como la muerte: si no lo tenés que tomar, pasan uno seguido atrás del otro, casi como gozándote y haciendo Pito Catalán. En cambio, en el preciso momento que se te ocurre usarlo, cuando más lo deseas, no llega ni en joda. Como la muerte misma.
Cuareta y cinco minutos más tarde llegó y no me demoró mucho apoyar mi masa encefálica contra la ventana, cerrar la boquita para no salivar, bajar el volumen del telefono para evitar ser despertado y procurarme una linda siestita de regreso a mi hogar. Pero no, claro que no. Hora y media después descubrí que lo peor todavía no terminaba y que si algo me sale mal, me sale mal en serio.
Mi reloj biológico no me había jugado una buena pasada y para cuando abrí los ojos, estábamos dirigiéndonos por una calle de mano única. Acá hago dos aclaraciones. La primera es que no recuerdo jamás haberme quedado dormido en un colectivo, o mejor dicho, haberme pasado. La segunda es que el colectivo ya iba psando Pilar!
Descendi como pude, mientras me daba la frente contra el vidrio de la puerta, ya que entre la confusión, la fiaca que caracteriza mi andar y el sueño, mis sentidos estaban completamente alterados, Casi sin pensarlo, retrocedí una cuadra hasta Panamericana y me dispuse otra vez a esperar la muerte. Ya no era la primera vez en la noche que estaba en esta situación: era la segunda. No estaba en casa, estaba cagandome de frío esperando otra vez el bondi por haberme quedado dormido. Otro pequeño detalle aparte es que confundí un poste con una supuesta parada y, aunque extendí mi manito cual Nazi saludando al Riech, no quisieron frenar ninguno de los cuatro sesentas en fila india que por ahí pasaban. Caminé cien metros hasta el lugar indicado y nosecuantosminutosdespués pude emprender el eterno camino de regreso.
A esta altura del relato me sentí desdichado por un lado, y cagándome de risa por el otro. Porque si hay algo que aprendí es a reirme en situaciones de baja maldad como esta y a pedirle a Dios que me ayude. Solo espero que la recompensa por esto sea muy buena.
No obstante si alguno se cruza con el jefe de mi destino colectivístico pásenle un mensaje: Díganle de mi parte que renuncio, que se valla a ya saben donde... o que se cope y me regale un auto.