miércoles, 1 de mayo de 2013

Spa´tillado

La falta de sueño me estaba matando literalmente. El trastorno sufrido por el poco descanso traía consecuencias horribles, como quedarme dormido en el bondi y seguir viaje hasta Capital a las dos de la mañana, o bien distraerme en el laburo  pensando en si hacerme de las divinas ó de las populares.
Llevaba más de un mes a ritmo arrollador, pasando hasta dieseis o diecisiete horas despierto, y durmiendo por noche apenas cuatro o cinco horas con algo de suerte. Mi cuerpo, por supuesto, me estaba haciendo pagar los platos rotos y para el momento que dije: "Basta", debía ejecutar el plan de acción.
Aconsejado por mi progenitor, me dirigí hacia un local de yuyos que esta en la estacion de Tortugas... ese que esta cerca de los chinos, de esos oscuros y olientes a pachuli y pedo de vieja en busca de una solución. Al ingresar, una joven de pollera gastada me recibió con una taza de té en la mano, y una sonrisa de muñeca tallada en el rostro. Aunque su mirada parecía algo perdida y no generaba mucha confianza que digamos, le conté qué me había traído hasta allí mientras el humo del sahumerio me jugaba una mala pasada, e instantes más tarde hizo su oferta.
Me mostró todo tipo de pastos que, ahogados en agua hirviendo, mejorarían mi rendimiento mental y físico en un par de sorbos. Sacó frascos, paquetes, cajas y bolsitas, enseñándome con mucho cuidado las virtudes y ventajas de cada uno de sus productos. Finalmente, después de media hora de divagar por el negocio, puso en mi mano un paquete con píldoras casi tan mágicas como las abichuelas, acusándolas de ser un reconstituyente nervioso que curaría mis males.
Cuando le pregunté por qué me había mostrado todo el yuyaje hippie sabiendo de antemano que acabaría por darme pastillas capitalistas, contestó un claro "Es que estas mierdas no me las compra nadie". Le contesté con una mueca, le tendí un Belgrano, tomé el vuelto y me dirigí a mi casa, a contramano de la ciudad, que ya empezaba a apagarse.
Sospecho que los resultados ya están a la vista: tengo una nueva adicción además de las ya conocidas como el Mantecol, la Fanta y los Mr.pop , ya no me duemo en el bondi a la noche, pese a las dos horas y media de recorrido hacia mi techo. Ya casi que volví a mi óptimo rendimiento laboral y aunque no sé bien si es culpa de las pastilocas o si es que el efecto placebo es de repente mi mejor amigo. Lo que sí sé con seguridad es que pese a un montón de cosas, en mi decisión no hay vuelta atrás y no tiene ningún tipo de negociación: Digan lo que digan, ya elegí por las populares.