miércoles, 8 de mayo de 2013

Al final escribí otra cosa...

-”Y le doy al iconito del disquette y ya está” -dije convencido de saber lo que hacía.
Son esos segundos que quizás pensamos de más, o en realidad pensamos. Trescientas líneas creo que conté. Trescientas líneas escribiendo sin decir nada, pero que para mi era importante.
De repente, como por arte de magia, “negra” tal vez, se oscureció todo.
-”No no no no no no…” -trataba de convencerme- “Quizás estoy con los ojos cerrados”.
“Malas noticias, su luz ha sido cortada” -me dije para mis adentros.
Tanteando el escritorio busco mi celular o mi encendedor… No, no quiero llamar, no quiero fumar. Quiero encender una luz y que la pc se encienda con esa luz. Y que el documento de word esté ahí, intacto. Estoy desesperado.
Encuentro una mini linterna que se prende siempre que la guardo en el cajón, pero cuando la saco o no tiene pilas debido a esto, o no hace contacto y parpadea. Esta vez, es el segundo caso. Entre los flashes relampagueantes de mi linterna, -”Concentrate, man” -me digo a mi mismo.
Cual boliche bailable, voy dando pasos con cada haz de luz que emite mi querida linterna. Los flashes no duran lo mismo, ni se dan siguiendo una secuencia lógica, así que imagino mi caminar desarmado, brazos estirados y ojos chinos tratando de enfocar algo, y echo a reir.
Timbre. No, no es eso, es la puerta. Golpean. Ya quisiera que fuera el timbre y decir: “Pucha, ahora que estoy escribiendo en el word, me interrumpen con el timbre.”, pero no, hoy no podrá ser.
Llevándome una silla por delante y con el pié dentro de mi cesto para la basura llego a la puerta. Ese cesto, el cual nunca se llena pero crea alrededor de sí, corte cañón volcánico, una meseta y posterior elevación entorno a él, de comida, papeles, plásticos, tierra, cáscaras, preservativos -si, yo me cuido- entre otras cosas.
Abro la puerta. Gordo, barba ni muy muy ni tan tan, una pelada que me recuerda un nido con un solo huevo, casco naranja en mano y, mano sobrante, practicando una satisfactoria por lo que veo en su rostro, rascada de culo.
-”¿Está tu mamá, nena?” -pregunta con una voz ronca mirando mi pié en el cesto, tratando de entender su función.
Entiendo. En la oscuridad, mi escaso machismopero nena?
-”No.” -respondo agravando mi voz lo mas posible, carraspeando al final juntando flema y, al no ver el cesto para escupir, tragando, haciendo cara como nene tomando Novalgina.
Su mirada inquisidora, me inquieta o inquisiona, si se me permite el abuso del lenguaje.
-"No, vivo solo" -atiné a mentir.
-”Si claro, si. Oíme, ¿tenés luz?”
-”Si.” -contesté, alcanzándole mi linterna con complejo de faro- “Sacudila hasta sentir un click y vas a ver la re luz que dá, es dicroica” -dije gallardamente.
-”No, pibe. Luz en tu casa. Energía. Corriente.”
-”Ahhh… ¿Sabés que no? Estabas haciendo unas cosas en el word y de rep…”
-”Ok” -dijo interrumpiendome al tiempo que se daba vuelta- “¡Ey! ¡’Viborita’! Te equivocaste, ese cable es de esta casa. Dale luz, cortá el otro y vamos.”
Arrancaron su auto, al tiempo que yo oía arrancar mi heladera y mi cpu.
Cerré la puerta y me senté en la pc…
“Imposible recuperar documento de Word” alcancé a leer en mi monitor.
-”¡Mucha pinta de nena, mucha pinta de nena, pero no le corto la luz a la persona equivocada!” -dije inflando el pecho, pero bajito por si aún estaban en la puerta…