martes, 14 de junio de 2016

El terrorismo esta en la falta de perdón..

En este momento tendría que estar estudiando para derecho en la mesa de la cocina sin desconcentrarme pero me fue inevitable no escuchar entre todo este quilombo que hay ahora del ataque terrorista en Orlando donde un tipo del ISIS mato a 50 personas en un boliche por ser gays, los padres de los chicos que murieron sin razón y el odio a causa de su dolor que era tanto que uno llego a decir que ojala tiraran una bomba nuclear que destruyera a todo Afganistán. A si que cambie de canal y seguí estudiando hasta que en Canal Nueve de trasfondo escuche en una breve noticia pasajera la historia de Fabio.. Fabito le decían.. Fabito es el clásico pibe de zona Oeste que murió a causa de accidente de transito donde hoy no hay culpables, al parecer este chico de quince años había sido atropellado por el auto de otro menor que, sin carné y quizás borracho, se había dado a la fuga, y en vez de cambiar de canal otra vez subí el volumen por que algo me llamo muchísimo la atención.. tanto que deje todo de lado.
. El periodista le estaba poniendo el micrófono a la madre del chico muerto  y esperaba el discurso que habia escuchado hace un rato en Orlando, me preparaba para el nudo en la garganta y la empatía con aquella pobre mujer que, en segundos, comenzaría a gritar la palabra justicia, una vez, tres veces, seis veces. Pero no. No ocurrió. La madre del chico muerto miró la cámara y le habló al otro chico, al que se había fugado. Le dijo que tenía su perdón (el de ella) y que ojalá ese perdón le sirviera (al tránsfuga, al del auto) para dormir por las noches. Dijo la mujer que debía de ser horrible, para un muchacho, matar sin querer a otro. Y le pidió a la Justicia comprensión.
Hay más gritos que palabras en las televisiones, y aquella mujer se perdió muy pronto en el maremoto de la Copa America y recetas de cocina express. Quedó relegada. Yo nunca volví escuchar a nadie, hasta hoy aparte de mi vieja perdonar en caliente. Paso otra vez después de dos horas en C5N. Estaba almorzando y no podía creerlo. Esta vez fue en Santiago del Estero. "Prefiero mi situación a la que deben de estar pasando las madres de los que mataron a mi hijo. Prefiero su muerte a que él hubiera matado a alguien". Eso dijo la mama de un tal Juan Fernando Martínez, un chico de 18 años apuñalado por una bandita de adolescentes descerebrados. Su rostro estaba sereno, como la otra madre de Buenos Aires. Su cara estaba en paz. Y el padre del chico, a su lado, asentía cada palabra de la mujer. El también habló, aunque la voz le temblaba mucho, a veces las personas cuando tienen un dolor tan profundo tratan de esquivarle a esa acides a los ojos que provoca el llanto y ese vacio que va desde el pecho a la garganta. El papa dijo al periodista: "Tendrías que haber visto su expresión, porque para haber sido una muerte violenta, Juan tenía una cara de paz, de tranquilidad, que no habría tenido si hubiera muerto con odio... Estamos seguros de que los perdonó" (a sus asesinos). La esposa lo interrumpió: "Sabemos que sus madres están deshechas y pensamos en ellas, en cómo deben sentirse al saber que sus hijos han causado este daño". 
Son tiempos de perdón muy escasos estos días. La violencia se multiplica y la prensa olfatea el sufrimiento y pone los micrófonos en el epicentro del dolor. En cualquier parte del mundo, no sólo en Argentina, la inseguridad está acurrucada esperando la primera bocanada de odio repentino. Las madres de las víctimas son un plato fuerte la los noticieros. No es únicamente acá, es en todas partes: la madre encorvada del chico muerto a balazos en un fuego cruzado, pero también el padre de la nena violada en el jardín de infantes, y la estrella mediática que perdió al amigo y no se calla... Todos hablan con el dolor en la mano, con la razón apagada, cuando les ponen un altavoz en la garganta seis minutos después de la herida mortal. Y el perdón es escaso, la compasión no llega nunca. Pero cuando llega (contadísimas veces) siempre es una madre. Una madre que se pone en los zapatos de otra.